Terras de Miranda, crear riqueza y empleo con la producción de huerta
Terras de Miranda es una explotación hortícola que demuestra que se puede extraer mucha prosperidad de cada hectárea de suelo productivo, cultiva una docena de productos distintos y da trabajo a 20 personas.
Javier comenzó en 2012 plantando una hectárea de repollos. Hoy tiene fincas alquiladas en varios municipios, cultiva una docena de productos distintos y da trabajo a 20 personas. Como apuesta para hacer una empresa rentable, distribuye directamente su mercancía en Galicia y Asturias y vende online a toda España.
La empresa tiene menos de 10 años, pero es un ejemplo de profesionalización en el sector de la huerta y no para de crecer, innovar y diversificar. Pero lo que para Javier es más importante, da empleo fijo a 7 personas durante todo el año, un número de trabajadores que se multiplica por tres en las campañas, en un municipio pequeño como es Riotorto.
70 hectáreas de plantaciones, todas al aire libre
En total manejan hoy una superficie de 52 hectáreas en los ayuntamientos de Riotorto, Castro de Rei, Pol y A Pastoriza, aunque al hacer más de un cultivo por año la superficie total trabajada se incrementa. “Si sumamos el doble cultivo, llegamos a las 70 hectáreas de huerta plantadas”, aclara.
La mayor parte de la tierra que trabajan es alquilada y de ella salen cada año patatas, habas, cebollas, judías, pepino, calabacín, berza, acelga, coliflor, pimiento, puerro o berenjena.
Un millón de toneladas de patata
Uno de los fuertes de Hortícolas Javier Miranda es la patata. Cultivan cuatro variedades distintas con una producción de un millón de toneladas. Su demanda aumenta año a año. Es el resultado de apostar por la calidad. “Nosotros no usamos secantes para secar la rama de la patata. El 90% del tubérculo que hay en el mercado tiene secante, que hace que en 5 días puedas recogerla y además engorda la patata”, explica Javier.
“La gente piensa que comer una lechuga es comer sano, pero no mira la etiqueta de lo que lleva esa lechuga”, argumenta. “Nosotros estamos entre convencional y ecológico. Abonamos con estiércol y usamos herbicidas e insecticidas de residuo cero. Queremos tener una huerta tradicional pero en gran superficie, es decir, hacer lo que se hizo siempre pero mecanizados”, asegura.
Venta directa a través de internet
Otra de las apuestas que ha hecho esta empresa de Riotorto, pionera en la venta online de productos de la huerta, es la venta directa. Llevan desde el año 2016 haciendo envíos. El proceso que siguen está perfectamente protocolizado. “Recogemos por la mañana, a mediodía preparamos los paquetes, una empresa de mensajería lo recoge por la tarde y antes de la una del mediodía del día siguiente la mercancía tiene que estar en destino”, indican.
El hecho de llegar directamente con el producto al cliente final, bien sea a través de la venta online o del punto de venta minorista, encaja a la perfección con la filosofía que aplicaron desde el comienzo para salvar la primera de las crisis a la que tuvo que hacer frente la explotación, cuando el distribuidor con el que tenían apalabrada la producción de repollos no cumplió el trato: contar con una red de distribución propia. Cuentan para ello con tres furgonetas de reparto y 5 personas dedicadas a estas labores.
Atraer población al rural
Terras de Miranda cuenta con una plantilla fija de 7 personas todo el año, pero este personal llega a multiplicarse por tres con la mano de obra contratada de manera temporal durante las campañas de productos como las patatas o las cebollas.
Javier tiene trabajando consigo de manera permanente a cuatro inmigrantes que están perfectamente integrados tanto en la empresa como en Riotorto. “Ahora van a traer a sus familias para aquí, que es también lo que queremos nosotros, porque es algo importante para un ayuntamiento de poco más de 1.000 habitantes y que pierde hasta 80 cada año”, lamenta. Iniciativas como la suya sirven para evitarlo.
Cuidar a las plantas y a la gente
Javier cuida a sus empleados igual que cuida sus plantaciones. Ese es también parte del éxito de su empresa, rodearse de gente preparada y profesional en las diferentes facetas y tiene las cosas claras en relación a su negocio y al valor económico, social y demográfico que genera en municipios de la España vaciada como Riotorto: «Yo quiero precio para mis productos porque yo no busco sólo el beneficio para mí, lo busco para todos los que están conmigo. Cuando el mercado me obligue a pagarles 700 euros a mis trabajadores yo cerraré, porque yo no quiero eso”, afirma rotundo.
Superar obstáculos
A pesar del crecimiento y profesionalización de la empresa, los comienzos no fueron nada fáciles. Aún se acuerda del primer traspiés en el negocio, cuando un comprador le dejó tirado con 7 hectáreas de repollo plantadas porque les cogió de lleno el veto ruso a la importación de productos españoles, igual que más tarde lo hizo la cuarentena de la polilla guatemalteca de la patata.
“A veces de los problemas salen soluciones, aprendes más de un año malo que de 5 buenos”, dice. Aquel problema inicial con la distribución le hizo decantarse a partir de entonces por repartir directamente su mercancía y el veto a la patata le obligó a diversificar su producción.
Anticiparse a los problemas
Una de las claves de esta empresa es la vigilancia continua tanto de las tierras como de los cultivos, lo que hace que puedan atajar antes las enfermedades teniendo que usar menos tratamiento y menores dosis. “Visitamos todas las fincas dos veces a la semana, por lo que cualquier incidencia que detectamos podemos corregirla más rápido. Es como cuando tienes un resfriado, si lo tratas a tiempo no tienes que usar antibiótico, si te descuidas y empeora puede acabar en neumonía”, compara.
Cuentan con una estación meteorológica que les ayuda a tomar decisiones y un programa específico para la recogida de datos de cada una de las fincas que trabajan, que incluye un cuaderno de campo exhaustivo.
Economía circular
Parte del estiércol que emplean para el abonado sale de la explotación de vacas de carne que sigue manteniendo su madre, Dominica Vidueiro, y a donde van a parar también los excedentes de producción.
“Cebamos 80 terneros al año de las razas rubia gallega y asturiana. Los animales cumplen una doble función. Por un lado aprovechamos el abono para las fincas y, por otro, los terneros son unos grandes consumidores de producto de segunda. Hoy en el mercado, como el producto no sea todo de primera no tiene salida y la gran distribución es muy exigente con eso”, explica.
Así que patatas, repollos, calabacines y otros productos de tamaño más pequeño que salen de la huerta sirven para cebar a los terneros, dando así salida a los excedentes.
Reducción de herbicidas
También recurren al sistema tradicional de usar las patatas para renovar las tierras y rotar los cultivos. “Queremos emplear lo menos posible los herbicidas y para eso hay que rotar mucho”, explica. Siempre hacen doble cultivo, bien con alguna producción de huerta de invierno, bien con algún cultivo pensado para emplear como abono verde en primavera. “Nunca dejamos las tierras vacías, porque son fincas pendientes y sin plantación la lluvia arrastra la tierra”, explica Javier.