Lo que arde nos duele a todos
Lo que ocurre no es solo una tragedia ambiental. Es una herida profunda en el corazón del rural gallego y un recordatorio de que nuestro territorio necesita cuidados constantes.
Estos días, Galicia vuelve a ser golpeada por los incendios forestales. El fuego arrasa montes, amenaza aldeas y pone en riesgo la vida y el trabajo de muchas personas que habitan el rural. Ante cada ola de incendios sentimos dolor, impotencia… pero también la responsabilidad de no quedarnos en silencio.
Lo que ocurre no es solo una tragedia ambiental. Es una herida profunda en el corazón del rural gallego y un recordatorio de que nuestro territorio necesita cuidados constantes.
¿Qué ocurre cuando falta actividad en el rural?
Durante décadas, el abandono del campo y la despoblación han dejado tras de sí un territorio más vulnerable. Donde antes había cultivos, pastos y ganado, hoy encontramos matorral y masas forestales densas sin gestión. Ese exceso de vegetación acumulada actúa como combustible para el fuego, facilitando que los incendios se propaguen de manera más rápida e incontrolable.
La falta de actividad agraria, ganadera y forestal sostenible elimina además los “cortafuegos naturales”: prados verdes, tierras cultivadas o montes trabajados que ayudan a frenar la expansión del fuego. En un rural vivo, las personas que trabajan la tierra y conocen el monte son la primera línea de prevención.
Un cambio necesario
Por eso, más allá de la solidaridad y el agradecimiento a quienes luchan contra los incendios, debemos asumir una reflexión colectiva: necesitamos devolver centralidad al rural. Sin actividad, el abandono se convierte en riesgo. Con actividad, el rural es futuro, prosperidad y sostenibilidad.
Para lograrlo, no basta con buenas intenciones. Hace falta un cambio real, administrativo y social, que sitúe al rural en el centro de nuestra perspectiva: políticas que favorezcan el relevo generacional, modelos de gestión forestal sostenibles, apoyo a la agricultura y ganadería que cuidan el territorio, y un reconocimiento justo a quienes hacen del campo su vida y su trabajo.
Porque solo con un rural vivo podremos construir una Galicia más segura, próspera y sostenible.